Versos al centro de una realidad poética
La vida está hecha de pequeños momentos que no hay que pasar por alto. Pequeños instantes que se engrandecen cuando se comparten y se acaban convirtiendo en un todo que forma parte de nuestra efímera existencia.
Precisamente, son esos los que hacen que percibamos las cosas de manera distinta. Los que nos dejan constancia de que de no haber estado ahí, nuestra vida tendría lugar en una realidad paralela con visos de irrealidad. Una irrealidad consumida en una rutina que no sabríamos muy bien cómo definir. Y sabemos que, gracias a esos pequeños grandes momentos, somos diferentes, sentimos de manera distinta y agradecemos que sea así.
El pasado lunes, Isabel Hualde presentó su cuarto poemario, Reconstrucciones, en La Casa de la Juventud, en Pamplona. Reconstruirnos es lo que hicimos esa tarde noche mientras la escuchábamos. Reconstruirnos es lo que hizo ella mientras nos hablaba de su libro y recitaba alguno de sus versos.
Lo hicimos para comprender mejor la vida.
Para despertar de un sueño que no nos dejaba dormir.
Para dolernos de una desgracia ajena que hicimos nuestra porque los poemas de Isabel, calan hondo.
Porque Isabel, cala hondo en los poemas.
Y transmite en su escritura aquello que los silencios no dicen, aquello que las palabras callan. Lo que los sentimientos gritan y el alma recoge en un eco que resuena sin cesar.
La tarde del lunes fue especial, emotiva, apoteósica. Estábamos reunirnos allí, en torno a Isabel. Arropándola y dejando que nos arrullara con su voz y sus versos.
Se apagaron las luces y se encendió una pantalla, que presidía el escenario. Tras ella, José Luis Iriarte comenzó a tocar el piano. Una música sobrecogedora y bella compuesta por él mismo mantuvo nuestra atención en las palabras proyectadas. Unas palabras que danzaban ante nuestros ojos al compás de esa melodía. Y lo hacía con esa belleza incorpórea que nos trasladaba a otro lugar. A un lugar menos confortable que aquel en el estábamos, un lugar que a menudo nos mira de frente mientras nosotros esquivamos esa mirada.
En nuestra retina se iban reflejando las imágenes acompañadas de alguno de los poemas recogidos en el libro.
Todos, bellos.
La mayoría, tristes.
Reales.
Igual que la vida, porque están sacados de ella, inspirados por ella.
“ …nuestro futuro se diluye hacia atrás
sabemos que las calles de ayer
y las calles de hoy
nunca serán las calles de mañana…”
(Del Poema: Campo de Refugiados)
Me impactaron esos versos y se quedaron grabados en mi memoria. Mientras los leo pienso que los releeré en el futuro para que no se vayan de ahí.
Continuaban las imágenes.
Se escuchaban las últimas notas.
Se iba extinguiendo la luz de la pantalla.
Se iluminó la mesa en la que estaba sentada Isabel Hualde, muy bien acompañada por Pablo Muller y Ana Martínez Mongay, uno a cada lado. Ambos encargados del prólogo del libro y de la introducción del evento.
Comenzó Ana. Nos habló de Isabel, de su biografía, de la grandeza de su persona, de la inmensidad de sus poemas. Hizo un recorrido por las tres partes que componen el poemario.
Comentó que en las dos primeras hay un tema común: el sufrimiento a los más débiles. En la tercera parte en cambio se da un giro. Según palabras de la propia Ana Martínez Mongay:
La poeta parece encontrar su aurora.
Continuó diciendo que la obra recogía las vivencias personales de la autora. Y que en ella se acercaba a la poesía social.
Después de una presentación emotiva que analizó en profundidad el poemario y la trayectoria de la poeta, le tocó hablar a Pablo Muller, que empezó su intervención recitando los dos primeros versos del poema Campo de Refugiados:
“Como si una puerta giratoria
abriera la opción de otro paisaje”
Dijo frases muy hermosas que están recogidas en el Prólogo de este libro que ha escrito de manera bella y con mucho significado:
Isabel Hualde construye esa magia desde el lugar de las preguntas.
Preguntas que se alumbran desde la humildad de quién sabe que no tiene respuestas, que este mundo no tiene respuestas al dolor.
Recuerdo que horas después, en mi casa, en el silencio de la noche, recordé esas palabras y la fuerza con la que las dijo mientras leía el poemario. Me imaginé entrando por esa puerta giratoria y traspasando el umbral de unas letras que me llevaban al otro lado del espejo. Y me dejé llevar por lo que veían mis ojos al leer y por las imágenes que sin esfuerzo aparecían ante mí. Los poemas de este libro son muy visuales. Impregnados de dolor y de verdad. También de esperanza.
Y entonces se dio paso a Isabel, protagonista de la velada. Ella y su libro.
Juntos.
Formando una unidad indisoluble e indiscutible. Apuntó que poco le quedaba por decir, ya que Pablo y Ana habían dicho casi todo. Estaba feliz. Me pareció notar un ligero temblor en su voz fruto de esa visible emoción que la embargaba. Tuvo palabras de agradecimiento para los que estábamos allí. Dio las gracias en especial a sus compañeros del grupo «Ángel Urrutia» del Ateneo Navarro que han participado en el libro y a los presentadores del evento que habían hecho una introducción cercana, sincera y entrañable.
Y nos habló de esas tres partes que componen el libro:
I. DIARIO DE LAS FRONTERAS
Centrada en las fronteras y sucesos que vemos en televisión nos sumerge en esa realidad dura a la que no podemos dar de lado. En todas esas personas que huyen de su país buscando un refugio que no siempre encuentran. En esos refugiados que van llegando y no siempre son bien acogidos.
Desde la solidaridad es posible cambiar las cosas. Estamos interconectados, lo que afecta a unos a la larga afecta a todos –dijo.
Los soñadores resistieron
(Del poema: Cuanto te pregunten)
Protegiendo con sus cuerpos rotos
Los cristales heridos de la memoria
-este no es vuestro país-
y los que quedaron ¿estarán vivos
o serán una sombra de otra sombra
entre los escombros de la noche?…
II. SI PUDIERAN DANZAR
Es un homenaje a las muertas de Juárez. Es una parte dura. Los versos tienen voz propia y cualquier comentario que hiciera parecería inapropiado.
… la niebla ha venido
(Del poema: Juárez)
Para quedarse entre los huesos
dí un sí o un no
pero no permitas
que la negritud de los cuervos
se extienda sobre tu casa
el periódico estremece y la
lluvia se niega a caer
la niebla ha venido y ha venido
para quedarse.
III. RECONSTRUCCIONES
Contó Isabel, que esta parte es la más esperanzadora. No olvida el agradecimiento a los poetas que han colaborado con ella. Compañeros de batallas poéticas, amigos siempre, colaboradores en un libro escrito desde muy adentro.
Declaró que necesitaba ayuda para levantar tanta destrucción, ella solo no podía hacerlo, no se sentía con fuerzas, así que pidió ayuda a esos compañeros poetas y ellos se la brindaron. Entre todos dieron forma a esta tercera parte en la que se vislumbra un rayo de esperanza ente tanto nubarrón negro.
Lo hermoso no necesita disfraz
(Del poema: La alambrada)
Buscar la puerta o resolver el enigma
Con el que otros hubieran podido atravesar
-fatídica atracción-
El metal infranqueable
Y entonces, expuso que ella se expresaba mejo con la poesía y pidiendo permiso se lanzó a recitar. Y la magia se hizo dueña. Su voz nos envolvió. La música de José Luis Iriarte nos sobrecogió de nuevo.
Declamó poemas de cada parte. Cada uno de los versos nos acarició la piel y nos arañó el alma.
Versos que sangraban.
Que se clavaban dentro.
Versos que no podremos olvidar.
Pidió a los poetas colaboradores que subieran a declamar con ella. Y fue algo único. Cada uno en su estilo, con su manera de declamar, con sus letras cargadas al hombro. Una carga que fueron soltando poco a poco y rellenó esos huecos vacíos que había dentro de nosotros, asistentes hipnotizados por el hechizo de la poesía.
Como siempre, he leído cada poema despacio, recreándome en su belleza, sumergiéndome en esa cruda realidad. Pensando en ello como no lo había hecho antes. Con la certeza de releerlo en el futuro.
Para terminar, recitó ABRACADABRA. Lo hizo con el eco de los poetas a su espalda, al unísono.
No encontré entonces las palabras para expresar lo que estaba sintiendo al escucharlos. No las encuentro tampoco ahora.
Con una sola basta:
E S P E C T A C U L A R
Y pasó el tiempo sin que fuéramos conscientes de ello. Sin reparar en la rapidez con la que se movía a nuestro alrededor. Atrapados en un instante que no queríamos que pasara.
Pero todo pasa. Tiene que hacerlo para que podamos continuar nuestro camino, para vivir el comienzo de nuevas historias, para ver nuevos amaneceres y despedir al sol de nuevo.
Unas últimas notas musicales.
Sin más palabras, se apagaron las luces.
Se escucharon los aplausos.
Dijimos adiós sin decirlo.
Y salimos de ahí, teniendo una visión del mundo diferente de la que teníamos al llegar. De la que tendremos a partir de ahora.
FUENTE: Paraíso de contrastes, 17/06/17
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