Nada ve quien no quiere mirar.
Multitud de ojos brillantes
se deslizan en un mar metalizado
renunciando a morir
escucha cómo la noche
traga sus voces y se retira
su identidad teñida de rojo
-lástima-
algunos alcanzarán el desamparo de la costa
(la luna delata la blancura de sus dientes)
agazapados en la noche
contemplan la luz violenta
que define la ciudad
y aún creen en los milagros y los rezos
y el ojo cegado permanece inmutable
deshaciendo las horas
suponiendo en éxtasis
el alborozo de los pájaros
blanco y divino
se desliza en la eternidad
y a cada instante se reconstruye
ignorando en los titulares de prensa
la arquitectura
desgarrada
de la muerte.
De: El ojo cegado