Cayucos

Nada ve quien no quiere mirar.

Multitud de ojos brillantes
se deslizan en un mar metalizado
renunciando a morir

escucha cómo la noche
traga sus voces y se retira
su identidad teñida de rojo
      -lástima-

algunos alcanzarán el desamparo de la costa
(la luna delata la blancura de sus dientes)

agazapados en la noche
contemplan la luz violenta 
              que define la ciudad
y aún creen en los milagros y los rezos

y el ojo cegado permanece inmutable
deshaciendo las horas
suponiendo en éxtasis
el alborozo de los pájaros

blanco y divino
se desliza en la eternidad
y a cada instante se reconstruye
ignorando en los titulares de prensa
la arquitectura
              desgarrada
                      de la muerte. 

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Isabel Hualde
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