Código deontológico. Reseña de Sonia Andújar

ALGO QUE AÑADIR AL TEJIDO DE “CÓDIGO DEONTOLÓGICO”

Digo que los libros constan de alma y de cuerpo. El alma, un trabajo bien elaborado que nace de la profunda vibración de lo interno. Y el cuerpo, el soporte que protege a esa esencia y la traslada hasta el bienaventurado lector. En este caso, Código deontológico es una pequeña obra de arte por su contenido y forma, y por la excelente fusión que se consigue entre ellos.

Las ilustraciones de Oihana Garro iluminan los versos de Isabel Hualde en una simbiosis que eleva el sentido de la obra con singular belleza, haciéndola crecer como el tejido del musgo hacia donde el aire muestra su pureza.

Dividido en cuatro partes, “El entramado” nos detiene, bien en la calma de una araña que teje felizmente su tela bajo un sol silencioso, o en diferentes personalizaciones “escudriña las palabras con que la describimos” o bien “dibuja abstractos en el aula de los sentidos”.
En su segunda parte, “Código deontológico” que da nombre al título, nos lleva a extender la mirada fuera de nosotros, donde descubrimos un inmenso ego que, en su semejanza al ruido, ahoga la paz del hogar que habitamos y que es la Tierra. Nos muestra la sencillez -que no la simpleza- de la vida de los seres que nos rodean. El trabajo en equipo de las hormigas, la viveza del colibrí que en sus colores encierra el renacer, el miedo de los insectos, la incongruencia de la muerte en vida de los zoológicos, la experimentación para seguir haciendo brillar nuestras pieles bajo sucesivas capas de maquillaje…
En tercer lugar, Isabel honra a “Kima”, una gata independiente (¿acaso no lo son todas?) que regresaba de forma intermitente al que fue su nido improvisado, su nuevo hogar, para “dormitar amaneceres en la proximidad del fuego”.
En “La noche de todos”, última parte del libro, autora e ilustradora invitan a los lectores a entrelazarnos en un himno como homenaje a los seres que construyen este objeto, pleno de alma e historia.

En conclusión, se trata de un alma-libro con entidad propia, que deja desnudo al ser humano que somos y nos da la oportunidad de abrir bien los ojos y abrazar el presente y el futuro con esperanza.


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