Cuando acontece
Me gustan los libros que muestran (que no esconden) el palimpsesto que somos, ese que nos nutre y nos habita. Así acontece en Caminar horas de la poeta Isabel Hualde, así, con el sedimento a flor de piel, a ras de página: Darwish, Auster, Strand, Atxaga…, por hablar sólo de los autores citados explícitamente.
Me gustan los libros en los que se muestra el trabajo de tantas compañías necesarias para que el libro sea: María Cano (prólogo), Oihana Garro (diseño), Agustín B. Sequeros (traducción), entre otros.
Me gustan los libros en los que todas las partes creadoras intervinientes (sujetos individuales en sí) se funden en un sujeto múltiple para que el resultado final (el libro) sea lo que es, lo que hemos querido que sea, lo que hemos necesitado que sea.
Me gusta, a veces, no siempre, conocer a las personas que pueblan los libros, que los hacen posibles. En este caso, y aunque ya leía a Isabel Hualde desde hace tiempo, he tardado en encontrarla. Por fin, hemos coincidido en Edita Nómada Bilbao el pasado 21 de septiembre. Este encuentro me dio la posibilidad del abrazo: ese contacto con el tronco de alguien, primer paso para adentrarse después en la raíz que procura su escritura.
Isabel es autora de otros poemarios (algunos estaban también en Edita Nómada, de hecho El ojo cegado también se vino conmigo a casa), pero hoy quiero traer hasta aquí, aunque sea brevemente, el que es su último poemario publicado: Caminar horas.
Caminar descalzos
Desde la portada, este libro nos cuenta muchas cosas, nos habla ya de lo que nos espera en el interior; la portada es, en sí misma, una posición ante la vida: caminar descalzos para estar permanentemente en contacto con la tierra, para que los pies puedan observar con atención cuanto acontece y para aspirar todo aquello que habrá de habitar al cuerpo pre-dispuesto para la escucha.
Caminar horas nos recibe con un caligrama de palabras (de tamaños e intensidades diferentes) que dibujan un árbol. De nuevo, una toma de posición ante la vida, en la vida: aquí predominan ciertas palabras, por intensidad y tamaño, por ejemplo semilla, silencio, interior, regresar, viaje, viento…, pero también camino, horas, abrazo, lectura, océanos, tierra, refugios…, o subterráneo, palabra, trayectoria, búsqueda… Un árbol al que abrazarse, bajo el que cobijarse, junto al que meditar…
El árbol da paso al prólogo de María Cano que se abre con unas palabras dirigidas directamente al lector: “Siéntate, comienza el camino. Vas a emprender un viaje con la oportunidad de captar la esencia de la mirada de Isabel Hualde sobre lugares y ciudades, mirada que transita y “camina horas”, aunque de forma diferente a las que ofrecen, en imágenes subyugantes, las agencias de viaje.” Unas palabras que me traen ecos de aquellas otras, pronunciadas por el narrador del libro que leí en francés Si par une nuit d´hiver un voyageur, de Italo Calvino, gran amante y conocedor de los viajes, el caminar, las ciudades (invisibles) y las horas. Desde este lugar privilegiado, antesala de los poemas, María anuncia ya que este caminar no es sólo un viaje geográfico, que lo es, sino, sobre todo, un viaje interior, un viajar para regresar al fondo de uno mismo, ese lugar donde realmente se aloja el verdadero viaje (así lo planteaba también maravillosamente Baudelaire, entre otros poetas, en algunos poemas de Les fleurs du mal).
Y, por fin, en la página 15, se anuncia la primera parte de las dos que conforman el libro: CAMINAR HORAS, título también del poemario. A esta parte accedemos de la mano de dos autores, Mahmud Darwish, poeta admirado:
No recuerdo de sus ojos
sino ciudades que iban y venían.
Y Mark Strand:
Ni la presencia de las piedras
ni el aplauso del viento
te dejarán saber que has llegado.
Un viaje más allá
Caminar horas es un viaje que, como anticipa María Cano en el prólogo, va más allá: “es una experiencia… no es solamente un recorrido hacia fuera, sino que se vive hacia adentro.”
Hay en el poemario un contraste entre la naturaleza y el espacio urbano (la ciudad), siendo la naturaleza, a través de sus manifestaciones, la que ordena y señala la cadencia del caminar en el libro. Observada primero, para ser asimilada más tarde, esa naturaleza es interiorizada y, en la segunda parte del libro, CENTINELA, que abren unas palabras de Paul Auster (“para entrar en el silencio de este muro debo dejarme atrás a mí mismo”), todo lo creado por Isabel Hualde se vuelve experiencia expresada desde los “bordes de la escritura” (María)… sin saber a qué puerto, a qué orilla conducirá este viaje emprendido, pero sospechando, como dice Darwish, que “los puertos están en el corazón”.
En 35 poemas distribuidos en dos secciones de 18 y 17 poemas, más los cuatro poemas traducidos al neerlandés en la primera parte (los dos primeros y los dos últimos de esta sección, pequeño homenaje a la poeta sudafricana Ingrid Jonker) Isabel Hualde nos ofrece, al tiempo que realiza, un viaje a través de lugares que son experiencia, que son búsqueda, descenso al fondo de uno mismo a fin de devolver al mundo “su apacible silencio” (SEMILLA) para poder formular la última pregunta:
¿El viaje continúa siendo el viaje
(Darwish)
y los puertos están en el corazón?
Un viaje apresurado
Hoy os entrego el relato de un viaje apresurado por este poemario que requiere tiempo y caminar pausado, no en vano se mueve entre la vida y la muerte (tramos del viaje que supone estar y ser aquí y ahora), un viaje al lado subterráneo que nos con-forma, ese lugar único donde se cita la dualidad que somos y que toma cuerpo en la palabra (la que hurga en todas las fisuras para descargar los latigazos que arrastra la enfermedad, la violencia recibida, la pérdida.., lugares muy presentes en este caminar horas), en este viaje espacio-temporal de Isabel Hualde.
Esta lentitud, necesaria, te corresponde a ti, lector-lectora de estas palabras. Al igual que María en el prólogo, te digo: Siéntate. Desplázate despacio por las palabras de Isabel Hualde. Acércate a las ciudades nombradas, a los rincones citados, escucha los sonidos del agua, de la lluvia, del viento, piérdete en los reflejos de la luz, ausculta las ausencias, despréndete de ti, mira hacia tu interior, respira hondo y entra en el silencio.
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Con este poemario, la autora abre una nueva vía en su trabajo. Han sido variados los registros que ha utilizado en su trayectoria desde El entramado luminoso, donde se acercaba al mundo de las arañas, o Cisne azul o cisne negro, centrado en la experiencia de mujeres que se rebelan contra su destino y buscan otro lenguaje para expresarse, o la poesía comprometida, social, de El ojo cegado y de Reconstrucciones, sus dos libros anteriores.
Con todo, y pese a las diferencias, Caminar horas no supone realmente una ruptura con lo anterior, pues toda obra nueva es deudora de las que le preceden y, además, el viaje, la idea del viaje se puede abordar de muchas formas: a veces con desplazamientos hacia afuera, otras (las que vienen marcadas por el dolor) hacia adentro, pero si tenemos en cuenta que nuestra poeta escribe movida en cada momento, así lo afirma, por su necesidad emocional.
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Buen viaje una vez más. Ojalá que este libro te lleve, querido lector, querida lectora, a otros libros de la autora. Y ojalá que esta autora te lleve a otros autores, a otros poetas con los que ir construyendo ese yo múltiple que nos habita y que, siendo nosotros, también son los otros: ese palimpsesto (de rostros amados) que somos.
FUENTE: Escaparate Literario, 24/10/19
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