Nidos de golondrina

Ebrio y extasiado
en su cháchara mental
el conductor 
roza al volante
                             la frontera de lo sublime:

¿debe tener miedo a la paz
quien nunca inició una guerra?

Una gata 
herida sobre el asfalto
escribe en el rincón de su alma
nidos de golondrina

    -nadie se detiene-.          

Dad una pluma a la historia
para que corrija sus zonas oscuras.

Yo también tuve miedo
de la llamada del asesino.    

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Isabel Hualde
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