Dura jornada

Los torturadores trabajaron sobre mi toda la noche.
¡Quién dice que ignoran los puntos sensibles!
 Los golpes se descargan 
impidiendo rendijas de luz
algo sobre lo que reconocerse.

Luego vendrá la ilusión de que otro
desarme la noche 
y detenga el tsunami del temblor 
                                              o el vómito.
Quizás aun pueda capturar algo de vida
si alguien me recuerda.
Quizás pronto un beso o una bendición
sobre los huesos
          y fracturas del alma (de nuevo ¡crac!).

Y que harán ellos 
con los ojos endurecidos tras la dura jornada
regresados a sus casas sin flores en las manos

cuando alguien    tan pequeño     les pregunte:

¿arreglaste mi muñeca rota      papá?

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Isabel Hualde
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